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15 marzo 2021

Y de repente... todo cambió (Memorias pandémicas de un babeliano convencido)

Hombres remando en una Regata
Un post sobre el año de pandemia me manda hacer Mercedes y jamás me he visto en tal aprieto. Dos o tres páginas dicen que es un post. Burla burlando aquí va este párrafo por delante (quien no entienda esta pequeña broma inicial que busque en Google “Lope Violante” y podrá disfrutar de los juegos de palabras de uno de los grandes de la literatura española).
 
Pero este inicio no es solo un patético juego retórico. Lo cierto es que escribir un post sobre la influencia de la pandemia en nuestro entorno profesional, ahora que se cumple un año, me supone un verdadero reto, ya que es muy fácil caer en los tópicos y en los lugares comunes de los que, sinceramente, creo que todos estamos ya un poco cansados. Por ello, voy a tratar de enfocarlo desde un punto de vista un poco más personal, tratando de transmitir los motivos, los impactos y los retos desde mi propia experiencia como director de una empresa tan grande y tan bonita como BABEL.
 
Creo que no me proyecto en el resto del mundo si afirmo que todos tenemos más o menos claro cuando empezó de verdad la pandemia para cada uno de nosotros. En mi recuerdo comenzó una tarde, un par de semanas antes de que el presidente del Gobierno decretara el Estado de Alarma y el estricto confinamiento de marzo de 2020. Volvía a casa en coche y me entró un mensaje de Whatsapp que leí de reojo desde mi posición al volante (mal hecho) de un gerente de la compañía que decía algo así como “¿habrá que ir valorando la respuesta a los escenarios posibles, no?” No contesté (iba conduciendo), pero ya no pude dejar de pensar en ello. Los escenarios posibles… como si tuviéramos la más remota idea de cuáles podrían ser. El liderazgo directivo en una organización, que además pretende ser líder de su sector, implica en muchas ocasiones tener que enfrentarse a la incertidumbre, y tener que tomar decisiones contando con muy poca información. Los que llevamos cierto tiempo haciéndolo estamos bastante acostumbrados, y basamos estas decisiones en la experiencia, el sentido común y una cierta dosis de audacia. Pero esta vez era distinto. Nada a lo que nos hubiéramos enfrentado antes se parecía a esto y, sinceramente, cuando estás delante de semejante toro, uno se siente un poco abrumado, porque fallar no es una opción. En este momento emocional me encontraba cuando afortunadamente la luz del sentido común se encendió y me dije a mí mismo: “si nos preparamos para el peor escenario posible, estaremos cubriendo cualquier escenario mejor”, así que al día siguiente me planté delante de David Tapiador, nuestro responsable de IT y le pregunté “¿nos podríamos ir mañana todos a casa trabajar online? Toda la compañía, quiero decir” Y me contestó con una seguridad pasmosa: “Sí, pero de todos modos voy a contratar un incremento de ancho de banda para que vayamos holgados”. Y nos fuimos los dos a trabajar en nuestra rutina diaria. La continuidad del negocio estaba asegurada. Ahora solo quedaba enfrentarse a la incertidumbre sanitaria y a la económica… vaya tela.
 
El hecho es que dos semanas después toda la compañía, con excepción de unos pocos (y valientes) estábamos trabajando desde nuestras casas y comenzaba un año lleno de incertidumbres. Que el teletrabajo iba a ser un éxito yo lo daba por descontado. Llevábamos muchos años probándolo y llevándolo al límite de lo que nos permitían nuestros clientes y siempre había funcionado bien. Esta es otra cuestión importante, la innovación organizativa, el querer avanzar, modernizar la compañía, atacar todas las posibilidades que se nos van planteando, se ha mostrado extremadamente útil a la hora de abordar una situación tan sumamente incierta, ya que mientras otros tenían que preocuparse de la continuidad productiva de negocio, nosotros nos podíamos centrar en enfrentarnos a otras cuestiones que igualmente eran prioritarias, ofreciéndonos una gran ventaja competitiva. Nuestro horizonte de duda, era un poco más estrecho que el de los demás. Sin duda, el trabajo dedicado a la innovación organizativa, es fundamental para abordar las incógnitas del futuro.

Ha sido un año duro, pero si tengo que pensar en cuál fue el momento más difícil desde el punto de vista profesional, ese fue el tomar la decisión de plantear los ERTEs. En infinidad de ocasiones, vivimos esclavizados por los pensamientos comunes sobre lo que está bien y lo que no, y nos cuesta percibir lo bueno de una medida, atrapados por el que dirán o por los apriorismos instalados en la parte más arcana de nuestro cerebro (ERTE=malo). Afortunadamente, nunca hemos tenido miedo a rectificar. A las primeras caídas relevantes del negocio (algunos de nuestros clientes han sufrido mucho) intentamos darle solución con métodos tradicionales: usar inteligente y alineadamente con los trabajadores las vacaciones, parar las contrataciones…, pero estos métodos estaban pensados para las adversidades que ocurren en tiempos de normalidad, no para el tsunami que parecía que se nos venía encima; así que optamos por tomar las ayudas del gobierno. Eso sí, no íbamos a renunciar a nuestros principios, a nuestros valores y decidimos abordar los ERTEs siendo fieles a nuestra cultura: ni una mentira, máxima información a las personas y solidaridad por parte de todos. Nadie debía verse perjudicado porque le hubiera tocado la lotería del ERTE, y así lo hicimos. A pesar de todo, quienes decidimos dar el paso, aun a sabiendas de que hacíamos lo correcto y que nadie iba a verse perjudicado, no podíamos evitar cierta sensación de frustración. Afortunadamente, pocos meses después, la realidad del negocio y el buen trabajo de todos nos permitió prescindir de los ERTEs mucho antes de los plazos dados por el Gobierno. La frustración se transformó en alegría y satisfacción. Habíamos vuelto a acertar.
 
También hubo momentos extraordinariamente emocionantes. Como cuando tuvimos que decidir si manteníamos la fecha de la integración de SAG Consulting. La prudencia nos decía que quizá podíamos retrasarla un poco para ver si la situación pandémica mejoraba, pero la audacia nos decía que ese partido podíamos ganarlo, así que nos pusimos la camiseta de ganar la Champions y fuimos a por ello. Como decía Luis Aragonés, las finales no se juegan, se ganan, así que podréis imaginar lo que pasó. Efectivamente, levantamos la copa. Esa adrenalina del momento de tomar la decisión y, sobre todo, las reuniones de los primeros días, están en un lugar preferente de mis buenos recuerdos de este año.
 
Pasó el verano y todo continuó igual. Comenzamos a escuchar por todos lados otro de los leitmotivs de este año: el llamado “cansancio pandémico”. El teletrabajo masivo, el aislamiento, el desenganche con la empresa… Quizá en otras organizaciones se puedan pasar por alto estas cuestiones, pero nuestra cultura nos obliga a dar respuesta a todas estas circunstancias y, por tanto, analizamos si realmente ese cansancio pandémico existía y cuáles podían ser las medidas para resolverlo. Esto nos llevó a activar con más fuerza si cabe todas nuestras líneas de comunicación entre las personas de la compañía (algunos ya nos dicen que somos unos pesados).

Pero no todo es cansancio pandémico. También hay lecturas positivas, que no deberíamos desechar sin más. Hablando hace poco de todo esto con un compañero mientras preparaba este port, él me hizo ver que el teletrabajo también había igualado a todas las personas de la compañía, y que tanto las personas que llevaban toda la vida desplazadas en cliente, como los que solían estar en la oficina, estaban ahora mismo a la misma distancia de las personas y servicios que se ofrecen desde la compañía. El teletrabajo masivo ha hecho de algún modo tabla rasa. Me parece una reflexión interesante. No obstante, seguiremos trabajando por preservar la cercanía.
 
¿Y a partir de ahora qué? Son muchos los retos que tenemos en nuestro horizonte: cómo quedará definitivamente este nuevo modelo de prestación de servicios en el que el teletrabajo formará parte principal, qué cambios surgirán en las relaciones laborales fruto de ello, cómo abordaremos la reactivación de la economía, de la que la tecnología será protagonista indiscutible, cuál será la reorientación del uso de los espacios físicos. Me parece todo tan apasionante y motivador…. El escenario de futuro sigue siendo borroso, percibimos siluetas, pero no las vemos aún con claridad, pero si algo he aprendido en este año pandémico es que ya sé cómo hay que mirar de frente a las grandes incertidumbres: es vital ejercer un liderazgo sólido basado en la transparencia, la información veraz (tanto la recibida como la proporcionada), la innovación, la prudencia y la audacia a partes iguales, y sobre todo, los principios. Si somos fieles a nosotros mismos, a lo que nos ha llevado hasta aquí, nuestro porcentaje de aciertos será muy alto. En esta ocasión, no puedo darle la razón al maestro Groucho (“estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”). No, querido señor Marx, la farsa no es una opción, para lo que tenemos por delante sólo podemos usar los de verdad, los nuestros, los de siempre.

Eduardo Martín
Eduardo Martín

Ex Director de Medios y actual socio de BABEL.

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