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El futuro ya ha comenzado: el conocimiento ha dejado de ser una ventaja competitiva.


El 10 de febrero de 1996, Deep Blue, en una memorable partida, venció a Garry Kasparov. Se trataba de una supercomputadora desarrollada por IBM para jugar al ajedrez y fue la primera que venció a un campeón del mundo vigente. Sin embargo, la revancha estuvo servida y Kasparov ganó 3 y empató 2 de las siguientes partidas, derrotando a Deep Blue por 4-2.

Poco después, una nueva versión llamada Deeper Blue jugó de nuevo contra Kasparov en mayo de 1997, ganando el encuentro a 6 partidas por 3½-2½, lo que lo convirtió en la primera computadora en derrotar a un campeón del mundo vigente.

Este hecho constituyó una primera evidencia de superioridad intelectual de las máquinas sobre los hombres. No obstante, estos sistemas basaban su fuerza de juego principalmente en la fuerza bruta ya que el sistema central de Deeper Blue era capaz de calcular 200 millones de posiciones por segundo.

La evolución en este ámbito tecnológico del ajedrez no se ha detenido y tiene uno de sus máximos exponentes en Stockfish, un motor de ajedrez de código abierto para múltiples plataformas que hace que hoy día, un iPhone 8 con esta App sea más fuerte de lo que era Deep Blue y sea capaz de derrotar al mejor jugador de ajedrez del mundo.

Sin embargo, la auténtica revolución estaría por llegar: supongamos que explicamos las reglas del ajedrez a un sistema informático y que podemos darle la instrucción de que aprenda a jugar al ajedrez de forma autónoma. En apenas 24 horas el sistema lo ha aprendido todo y ya es capaz de derrotar a los módulos de ajedrez más fuertes del mundo.

Esto no es ciencia ficción y hoy es realidad en AlphaZero, un programa informático desarrollado por la empresa especializada en Inteligencia Artificial DeepMind.

AlphaZero no solo aprendió a jugar al ajedrez por sí mismo, sino que al día siguiente ya era capaz de derrotar a Stockfish, al que venció en su versión más potente por 64:36 y sin llegar a perder ni una sola partida (28 victorias y 72 empates). Aún más espectacular resulta si se toma en consideración que Stockfish corrió en un ordenador 900 veces más rápido que el que utilizaba AlphaZero: 80.000 posiciones por segundo frente a 70.000.000 posiciones por segundo.

Pero, ¿qué implicaciones tiene un hecho como este para la humanidad y su desarrollo?


Hoy día es tendencia hablar de Inteligencia Artificial (IA), entendida como la capacidad de análisis de una gran cantidad de información y de su uso de manera que tenga utilidad para diversos propósitos. Dentro de este concepto han evolucionado los conceptos de Machine Learning (también llamado Aprendizaje Automático), que es capaz de autoaprender y corregir errores, y el de Deep Learning (el más complejo) que, además de eso, toma decisiones a partir de los datos. En su conjunto, todos estos conceptos buscan imitar los procesos naturales del pensamiento humano dentro de sistemas tecnológicos pero potenciados en capacidad y velocidad.

Son muchos los ejemplos de IA con los que convivimos en la actualidad. Siri es uno de los asistentes personales más populares y uno de los mejores ejemplos de software de reconocimiento de voz. Gmail utiliza el machine learning para controlar el correo no deseado o spam en la bandeja de entrada. Amazon usa IA para saber y adivinar, con gran precisión, cuáles son tus gustos y comportamientos de compra. De forma similar, Netflix es capaz de recomendarte películas, series, o documentales, después de analizar cientos de registros. Google Translate usa para hacer sus traducciones un análisis estadístico de patrones que existen en millones de documentos previamente traducidos. Por mencionar los más populares.

Pero en un futuro muy próximo se convertirán en usos cotidianos aplicaciones de IA que permitirán, por citar algunos ejemplos diversos, realizar diagnósticos médicos y recomendar el tratamiento de patologías,  recibir atención personalizada en cualquier ámbito de asistentes virtuales, contratar empleados “electrónicos” para la ejecución de tareas de procesamiento de información y datos o gestionar el tráfico de toda una ciudad formado mayoritariamente por vehículos de conducción autónoma.

En todas esas actividades, las máquinas nos sustituirán para hacer mejor, más rápido y más eficiente lo que constituye el trabajo de un amplio espectro de la sociedad. La experiencia y el conocimiento que vamos atesorando en nuestra actividad profesional diaria dejarán de ser una ventaja competitiva, y ésta estará en las capacidades de IA a las que se pueda tener acceso en cada caso. En multitud de profesiones, no será de valor tener trabajadores muy experimentados, ya que éstos serán superados ampliamente por aplicaciones de IA.

Esto desata un amplio abanico de implicaciones que afectan a cómo concebimos hoy la organización y funcionamiento de la humanidad, incluso su ética y sus valores, y que son muy difíciles de predecir. Es tarea casi para filósofos.

Pero, ¿dónde se detendrá esta evolución? En principio, a largo plazo, una IA por encima del nivel humano constituye una posibilidad y es la meta a la que se apunta.

Ese día, relegaremos a esta IA la resolución de todos nuestros problemas cotidianos y de aquellos que excedan nuestra propia inteligencia.

Ese día, esta IA será capaz de diseñar cualquier ingenio que necesitemos o avanzar en descubrimientos científicos de toda índole.

Ese día, no será necesario que inventemos nada más.

Ese día, esta IA habrá sido el último invento de la humanidad.

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